martes, 30 de octubre de 2012

El mejor delivery

Les cuento que el otro día comí como lo dioses. Me sacié como lo hizo Dionisio, el Dios del vino. O como lo hizo el Dios del trueno, antes de tirar un rayo y una centella. Conocí uno de los mejores lugares que venden comida aquí en el barrio. Porque tal vez el delivery de Palermo es algo común, habitual, pero lleva un tiempo largo encontrar ese lugar que es el predilecto. Ese que es el favorito y que se vuelve casi indispensable siempre a la hora de cenar en la casa de uno. Son esos momentos que se vuelven indispensables. Claro, uno dice, sí tengo que ponerme a cocinar. O mejor aun, cuando llegue del trabajo voy a cocinar, también voy a limpiar la casa y luego voy a ordenar. Y el tiempo pasa y nos vamos volviendo viejo, pero además de esto, no cumplimos ninguno de nuestros pensamientos anteriores. Entonces hay que recurrir a la salvación de siempre. Hay que recurrir al delivery para poder comer algo. No morir de hambre. Y por suerte, el delivery está de moda. Nunca se va a acabar. Siempre habrá delivery. Tampoco es tan terrible cocinar, el asunto es que trae aparejado otras situaciones. Sí, con cocinar viene también lavar. Y con lavar, bueno, mejor ni pensarlo. Todas esas pilas de platos que se empiezan a acumular ahí, que se van haciendo gigantes, cada vez más grandes hasta que tocan el techo. Otra sería si no comprar platos descartables. Pero no se puede comprar un horno descartable. Ollas descartables, vasos descartables. Es como vivir en un cumpleaños al final. Pero para colmo sin nada rico para comer. Toda comida hecha en casa. Por uno. O sea, por mí. Y creo a esta altura que nada bueno puede salir de ello. Entonces mejor seguir con lo de siempre, mejor un buen delivery y asunto terminado.